viernes, 30 de noviembre de 2012

El hombre del clavel rojo - Por Miguel Julio Neira

El hombre del clavel rojo La niebla lentamente cubría el paisaje, a la medianoche deberíamos partir dejando atrás nuestros afectos, familia, bienes, la gran casona que mi padre heredara de Sheide, el absolutismo del régimen zarista nos expulsaba, no era mucho lo que podíamos cargar, tres lienzos preparados por mi madre esperaban nuestros objetos mas preciados y algunas prendas ¿Qué llevar? ¿Qué dejar?. El viaje a América era largo, las condiciones en el barco en cuanto a capacidad no eran óptimas. Mi padre, hombre de consejo solía llevar a cabo reuniones en la vieja casona finalizado el Shabat con el apoyo gastronómico de mi madre la cual preparaba las mejores comidas judías, sabores que aún permanecen grabados en mi, Barenikes Jalot, Guefilte, Biegales, Leicaj, el Samovar encendido y el buen tabaco acompañaban las prolongadas tertulias, mi madre sugería a las demas mujeres los secretos de la cocina tradicional, anterior al Pro groom, los hombres fumaban sus grandes cigarros, intercambiaban opiniones sobre religión, política, hasta que mi padre después de emitir sus reflexiones las que eran escuchadas con atención por su pensamiento renovador y progresista, tomaba el violín e interpretaba alegres melodías, para terminar bailando el Freilaj, las canciones del Jazán que luego de repetidos licores copa caliente indicaban el cierre de velada entonando al unísono Hatikiva.. Los tres paños estaban desplegados, en una hora pasaría el carruaje para llevarnos al puerto, mi padre se decidió por el violín y el Sefertora el rollo de la ley judía, algunas prendas, Mame el Ketuva era su acta de matrimonio y algunas cosas elegidas al azar, noté en ella un escondido río de lágrimas seguramente por mi, todo quería llevarse. Había elegido mi Puske, ya que mi padre decía, tienes que ahorrar, debes guardar, algunas ropas gruesas y la gorra de paño con orejeras, sentimos el tropel se detuvo el carruaje tirado por ocho caballos negros, anudamos las cuatro puntas de los paños, el equipaje estaba listo, los vecinos mas cercanos reticentes a dejarlo todo estaban ahí rodeándonos de afecto, eran personas amables, queribles .Mazitov, Mazitov, escriban. Adiós, cuentéennos de América. En la casona por la última época la música y la alegría habían quedado de lado, el tema era la política, allí Siento hablar por primera vez de el Barón Mauricio De Hirsch y su labor en beneficio de los judíos de Europa Oriental. La América era una de las posibilidades que el gran benefactor ofrecía, las noticias llegaban a través de representantes de Barón Mauricio, anterior a que comenzaran los saqueos, incendios, muerte. El imponente carruaje apuraba su marcha, el barco debería zarpar a horario, ascendimos la rampa, encontramos en los rostros de los demás pasajeros tristeza, desolación, el volver a empezar, pero la posibilidad de vivir, y ello seguramente nos consolaba, el viaje iba a ser extenuante, la América soñada estaba detrás del gran mar azul. Nuestro lugar asignado era un rincón de la bodega de un gran barco de carga, los motores imprimieron su máxima potencia, las aspas rompieron el mar y el gigante de vapor inicio su marcha ante un ruido ensordecedor. En un imaginario triángulo nos unimos en un abrazo y rezamos, agradeciendo a Dios la posibilidad de vivir. Los hombres de las pipas en sus reuniones analizaban mapas, no faltaba algún diccionario de la lengua española, el idioma era el mayor inconveniente por sobre la alimentación y nuestras arraigadas tradiciones religiosas. Sus comentarios me intrigaban y fantaseaba con el nombre de un país al que los mayores solían nombrar Argentina, algunos contingentes de paisanos habían partido hacía algún tiempo, era un país libre, todo estaba por hacer, su gobierno fomentaba la llegada de distintos puntos de Europa, la tierra era virgen, abundante agua, ganado, mi padre decía usando algunas terminologías de ese naciente país, tendremos que agaucharnos, ser agricultores, poco precio por libertad. Los ofrecimiento de la Jeswich Colonization eran Santa Fé, Córdoba, Entre Ríos, estas provincias ya contaban con algunos asentamientos divididos en parcelas, mis padres se habían decidido por Entre Ríos Novibuco I y II al que también llamaban Colonia Lucienville cercano a un pueblo fundado en 1887 llamado Basavilbaso. Por donde pasaba el ferrocarril, el tren como signo de progreso, el homenaje a Lucien recientemente fallecido hijo del Barón Mauricio De Hirsch. Hacia tres meses se navegaba lentamente, la situación a bordo se iba agravando por la súper población de pasajeros, se había comenzado a restringir el agua dulce para la higiene personal, la comida podría empezar a faltar y las condiciones sanitarias y de higiene no eran las recomendables, los dos médicos a bordo y algunos auxiliares temían que llegara la fiebre tifus, la propagación de la epidemia era rápida y de consecuencias graves, se manifestaba con fuerte fiebre lo que era el comienzo del contagio, se presentó y comenzó a realizar estragos hasta que llegó a mis padres, el estado febril aumentaba, el caos a bordo era generalizado, América…hijo divagaba mi madre…tu podrás. Mi padre sostenía su violín, lo ayudaba para que el arco llegara a las cuerdas como despidiéndose con alguna melodía. No se precisamente en que momento dejaron de sufrir, los encontré tomados de la mano sus rostros ofrecían una tierna sonrisa vi, por sobre sus hombros alas de libertad- En las primeras horas del día se improvisó en la cubierta una ceremonia tendrían que arrojarlos al mar, una pequeña formación de la tripulación estaba alineada, el capitán dijo algunas frases de compromiso, el pasajero de mayor edad hizo algunas oraciones en hebreo y se perdieron en el mar, fueron los primeros para seguirle muchos otros hasta que la peste se pudo controlar, el acta de matrimonio que mi madre guardaba se fue con ellos junto con la tabla de la ley judía, el violín de mi padre se quedó conmigo. A mediados de mayo dejamos el mar para introducirnos en el Río de la Plata, los pájaros revoloteaban, presentíamos el olor de la tierra la costa estaba cercana, transcurrido algún tiempo sentimos algunos cañonazos, el terror se apoderó de todos al llegar a puerto nos explicaron la Argentina festejaba su fiesta patria era 25 de mayo. Se extendió la rampa del largo viaje que llegaba a su fin, fui el último en descender, los destinos de los contingentes estaban determinados algunos se reembarcarían pasados dos días en un vaporcito rumbo al puerto de la Baxada en Paraná rumbo a Santa fé y Córdoba, los otros deberían tomar un tren con asientos de madera en estación Federico Lacroze a lo que hoy se llama Basavilbaso, Colonia Clara, Villa Domínguez, circuito establecido por la Jewish colonization Asociation. Sin saber que hacer puse pie en tierra, tenía tan solo 14 años, había un edificio de madera el cual se destacaba sobre los pocos que acompañaban la costa, era el hotel de los inmigrantes estaba dividido en pequeñas habitaciones los viajeros solían esperar por días a que se dieran sus traslados. Mi equipaje era el pequeño atado de ropa y el violín de mi padre, me fui acercando al hotel sentía una melodía desprenderse de una armónica me acerque al ejecutante con mucho miedo, “ven Bambino ven” vamos a parlare... algunas palabras de la lengua castellana conocía, las practicábamos en casa en forma risueña, puso su mano sobre mi cabellera rubia invitándome a sentarnos a orilla del muelle el que era castigado por espumosas olas empezó su relato contándome que había venido de la Italia en un barco de polizón para terminar de fregonero y pela papas en la cocina, la guerra aunque con distintos detalles y situaciones nos unían; ahora cuéntame tu historia dijo, fue duro, lloré mucho me encontré duramente con la realidad, estaba solo nos abrazamos, el también lloró y dijo “quédate conmigo superaremos nuestra tristeza juntos nos haremos a la América”. A veces me costaba comprender su lengua usaba algunas palabras que con el tiempo supe eran orilleras y le llamaban lunfardo todo mezclaba con su lengua italiana y argentinismos de época. Ven rusito estos son mis aposentos “el bulín” le dicen por acá, era un solo espacio amplio en una altura de la costa estaba ventilado y los pocos elementos existentes lucían prolijamente acomodados, tomaremos mates y algunos marrocos… te va a gustar, descansaremos, esta noche deberemos laburar, en el muelle se destacaban estacionados barcos de distintas banderas, llegada la tarde sus tripulantes descendían en busca de diversión, colmaban las cantinas y tabernas hacia allí marchamos con Donato recorría las mesas de los bodegones tocando su armónica sabia las melodías del mundo conocía el origen de los marineros, por detrás de Donato iba pasando mi gorra con orejeras recolectando monedas y billetes de variados colores, el negocio era bueno, al llegar a la habitación hacíamos el recuento y Donato guardaba las recaudaciones en una lata levantando una madera del piso, llevándose el índice a sus labios decía “tendremos cuidado de los chorros”. Debes estudiar música, no siempre vamos a vivir así, conocía la ciudad en alguna oportunidad solía oficiar de guía a inmigrantes de distintas nacionalidades que habían decidido quedarse en Buenos Aires ubicándose en distintos barrios que comenzaban a conformarse. Villa Crespo era una de las zonas elegidas por la comunidad judía ¡hoy conocerás rusito a tres hermanos que tocan el violín ellos sabrán guiarte! Por la mañana tomamos un tranvía arrastrado por caballos observa el camino dijo luego tendrás que viajar solo así conocí en Villa Crespo a los hermanos Pugliese, Salvador, Roque y Osvaldo. Este último era el mas chico, los pibes del barrio lo llamaban “Chicharrita” por su voz aflautada y su manía de gritar en horas de la siesta, era flaco alto usaba pequeños anteojos lo que le daban un toque intelectual, empecé a visitarlos tres veces por semana para tomar clases, me entusiasmaba el aprendizaje, recordaba permanentemente a mis padres. Al llegar una mañana a Villa Crespo Osvaldo me dijo “mi viejo me ha comprado un piano ya no tolera tantos violinistas en casa”. Teníamos casi la misma edad mis hermanos te ayudarán vas a ser bueno, pero no alcanza con el oído debemos investigar, estudiar, leer música “Verás rusito dijo extendiéndome su mano el porvenir es nuestro juntos recorreremos el mundo”. Me invitó a vivir con ellos decían sus padres un plato mas de comida no se nota eran seres generosos, pero no podía abandonar a Donato y el puerto, aquel era mi lugar parecía mas cercano al mar de mis padres, solía ir a orillas del río temprano, en mi imaginación los veía venir hacia mi hasta que llegaba el tano y decía vamos bambino los mates están listos retornándome al mundo real. Una tarde sentados a la orilla del Arroyo Maldonado el que dividiría a Villa Crespo en dos partes habló por primera vez de sonoridad, le obsesionaba formar una orquesta que debería sonar distinta, un estilo propio y que para ello contaba conmigo, con los años lo logró, su orquesta sonó distinto a la primera nota se lo identificaba por su marcación gruesa, acompasada, hasta a veces sinfónica ese fue su estilo, el sonido de Pugliese respetuoso con la originalidad primaria del tango. Osvaldo era afectivo buen amigo tenia 19 años cuando termina su primera obra “Recuerdo… a mis amigos” como era menor la obra tuvo que ser anotada por su padre Don Adolfo, le dedicaba al estudio y la practica 7 u 8 horas nuestros primeros pesos lo ganamos en el “Café de la Chancha” que estaba en la calle Rivera entre Godoy Cruz y la vía, a Osvaldo le pagaban 4 pesos por noche, yo cobraba 2 pesos como si el valor del dinero ganado lo rigiera el tamaño de los instrumentos. Osvaldo al otro día entregaba el dinero a su madre, Donato acumulaba los ahorros en la lata por debajo del piso de madera de nuestro aposento. Osvaldo siempre contó con el apoyo incondicional de sus padres Don Adolfo le decía “cuando tocas tienes que mirar los pies de los bailarines si te siguen es porque vas bien sino el equivocado sos vos” su madre humilde trabajadora, inquieta ama de casa dejaba de cocinar y apoyándose en el marco de la puerta de su habitación lo alentaba diciéndole “Al Colón…. Al Colón”. Osvaldo decía que lo más importante era no fallarles a sus viejos. En mis diarias visitas al río ha encontrarme con mis padres, pensaba en los que nos quita y da la vida mi decisión de quedarme con aquel violín y ser a través de él un modo de expresión y subsistencia, en las rondas de mate amargo , le mostraba mis avances en los estudios a Donato, era feliz, la música era parte de su vida, lo acompañaba con el violín en algunos tanguitos reos, prostibularios de los que se desconocían sus autores cuando no actuábamos en el café de la chancha el ABC o algún bar de Villa Crespo marchábamos a los bodegones de los marineros. Una tarde al llegar a la casa de Osvaldo me dijo “Rusito” quiero presentarte a alguien, él te va a ayudar, nos va a dar una mano de amigos, se llamaba Elvino Vardaro aprendimos el sabor de lo auténtico, lo nuestro, el olor de las pampas el ritmo bien milonguero, Osvaldo empezaba a ser conocido superando las fronteras de su Villa Crespo natal, su padre músico intuitivo había inaugurado una casa de música, el desfile era constante allí conocí a otro violinista que junto a Osvaldo dejaron establecidas una escuela Decareana, él fue Alfredo Gobbi de estas tertulias musicales surgieron algunas agrupaciones, Pugliese – Vardaro, Pugliese-Gobbi, el joven bandoneonísta de esas sociedades musicales se llamaba Aníbal “Pichuco” Troilo, alguna vez ante el fracaso económico de alguna gira Elvino tuvo que empeñar el arco “Sartorius” de su violín; Osvaldo ante las adversidades no se dio por vencido y pasa fugazmente por las orquesta de Pedro Laurenz y Miguel Caló, en una noche en la que actuamos en un café de Villa Crespo Osvaldo conoce a un empresario de la imponente radio del mundo en Maipú 555 que por la década del ´30 era la mas importante lo invitó para actuar en una noche de sábado el auditorio estaba completo la barra de Villa Crespo lo había acompañado “Corran la bola decían sus gomias Osvaldo debuta en el centro”, recordaba el maestro cuando alguno se iba a vivir al centro lo despedíamos como si se fuera a Japón el barrio era nuestro pequeño país. Donato también estuvo esa noche eufórico feliz “el rusito es mi hijo le contaba a todos orgullosamente”. Osvaldo Pugliese comenzó a tener hinchada propia y conforma su primer agrupación de la cual participa para acompañarlo por siempre el 11 de noviembre de 1939 debutamos en el Café “El Nacional” por allí había tango en vivo durante todo el día solía decir a quien preguntara “nunca me sentí un artista yo siempre fui un laborante de la música” la sala de ensayo era un taller de artesanía tenia en cuenta el aporte de sus compañeros músicos, se hablaba poco y se trabajaba mucho ya sobre el escenario el público se preguntaba ¿de donde salieron estos tipos? Su música tenia sutileza garra ritmo bien milonguero, la orquesta se hacia fuerte en el cordón industrial Avellaneda Barracas Lanus Wilde Mataderos era la orquesta del populacho, Pugliese era el pueblo, el barrio, sus incondicionales los seguían a los bailes de la capital y el gran Buenos Aires desde los escenarios solíamos ver a parejas que en esa noche habían estado en Avellaneda y ahora en un club de Palermo. El maestro solía mostrar con orgullo su carnet 108 de afiliado al partido comunista lo que le valió censura y cárcel, sus músicos seguimos tocando por su decisión, estábamos conformados en un sistema cooperativo después de cubrir los gastos el dinero se repartía en partes iguales “nos decía sigan laburando muchachos no siempre voy a estar de vacaciones” nada era igual sin el faltaba su sonido manejador y directriz sobre el piano sus fervientes seguidores solían depositar “claveles rojos”, signo de respeto y reverencia al maestro, nunca nadie melló ese corazón chapado a la izquierda. Alguna vez el General Perón supo decirle al oído “Gracias por saber perdonar” la noche del debut de la orquesta en radio Splendid el maestro solicita al capitán del barco donde estaba detenido que le permitiera desde su cabina seguir la audición decía Pugliese “la hipocresía del sistema el locutor anunció a mi orquesta y yo en cana”. Villa Devoto lo supo tener alojado por 6 meses los comisarios lo recibían con amabilidad lo invitaban a dedicarse a la música culta y olvidarse de la política “el partido es mi propia vida decía, es mi respiración tiene el mismo significado que mi madre”. Llega la primera gira internacional como alternativa ante la imposibilidad de presentarnos a veces en nuestro propio país la unión soviética, China. El tango argentino en los dedos de Pugliese impresiona las letras elegidas explicadas del ruso despertaban sonrisas en el público por su corte melodramático. En China era la primera vez que se escuchaba tango, todo les llamaba la atención, el maestro supo ganarse la estima de su pueblo y ser atendidos por el primer ministro de la época volvimos a China después de 30 años y aún se recordaba al maestro con admiración. Japón, Finlandia, Francia, Holanda, España, fueron los países que visitamos donde el maestro era tratado con reverencia; en Japón y por su iniciativa festejamos los 50 años de la orquesta y sus 70 años con la música “nunca olvidé la sonrisa cómplice cuando éramos purretes inquietos y estábamos inundados de sueños rusito el porvenir es nuestro”. Osvaldo supo quebrar las barreras geográficas e idiomáticas con su música, por donde pisara acumulaba respeto, admiración, cariño tenía un pacto con la gente y esas muestras también las recibíamos sus músicos cantantes bailarines. El pueblo cubano no desconocía el tango había llegado en la voz de Gardel. Osvaldo visitó Cuba en reiteradas oportunidades, la admiración Pugliese-Castro era mutua allí el maestro le hace la entrega de la partitura de una milonga que había compuesto para el comandante por el año 1961 la que por mucho tiempo permaneció escondida. Latinoamérica supo colmar de aplausos y admiración al maestro, México, Colombia, Lima, Montevideo Brasil, Chile, Managua; a prensa Uruguaya lo llamaba “El Gardel orquestal”. Retornábamos al país cansados dolía el cuerpo de aviones, trenes, colectivos, llegados a Buenos Aires corría al puerto. Donato estaba pendiente de las giras de las orquestas tenia armada una carpeta con recortes de diarios y revistas, las que atesoro con cariño es el mejor recuerdo de ese tano armoniquero que abrió su corazón “a un rusito inmigrante asustado triste con un violín debajo del brazo”. Ahora ve al río, descargue sus energías mañana tienes ensayo y en la noche actúan. El tango y su época de oro en la década del `40, significó para los músicos nuevas fuentes de trabajo, grandes bailes, cabaret, y los tradicionales café del centro, nos encontrábamos en las trastienda de los escenarios con los músicos de Juan D´ Arienzo, el gordo Troilo, Carlos Di Sarli, Tanturi Alberto Castillo, ellos también concentraban multitudes. Opinaba el maestro sobre los cantores: “Deben ser un instrumento más, el público debe seguir milongueando”. Roberto Chanel, el flaco Morán, Jorge Vidal, contribuyeron a la consagración definitiva de la orquesta. Por esa época las presentaciones en radio eran fundamentales, llegábamos a través del Eter al interior, el locutor decía en la presentación “tango rumor esquinero que se bebe hasta las eses sonido de un nombre entero se llama Osvaldo Pugliese”. Llega la obra maestra de Osvaldo “La Yumba” corría el año 1946 y la presentamos en la confitería bailable Picadilly sienta las estructuras de la evolución del tango, Pugliese es sinónimo de yumba y llegan al tiempo “Negracha”, “Malandraca”, “La Beba”. Los comentaristas del género la comenzaron a llamar, “La orquesta de los compositores”, cada uno de nosotros sugería agregados, acentuación, matices, ensayábamos y la ultima palabra la tenía Osvaldo pensando en los bailarines, ser arreglador de Pugliese nos daba responsabilidad y prestigio, a veces los ensayos resultaban tediosos no encontrábamos las formas sonoras planteadas “¡paramos muchachos vamos a distraernos!” para dar comienzo algunas partidas de truco, lo hacía bien jugaba a ganador, la suerte lo acompañaba. “Venga rusito téngame las cartas me decía”. Cada 11 de noviembre celebrábamos el cumpleaños de la orquesta; hasta que llegó la mala hora para el tango, las proscripciones se acentuaban las generaciones nuevas son atraídas por la nueva ola, se trabajaba poco, actuábamos en locales chicos, le preocupaba que a sus muchachos les faltara trabajo, hasta propuso un grupo conformara un sexteto a la manera de Julio Decaro, por lo que nace el sexteto tango el que toma vuelo propio decide refundar su orquesta debutamos un 2 de diciembre en caño 14, Osvaldo cumplía 64 años. Mientras tanto la orquesta sufría algunas modificaciones en sus integrantes, los años nos empezaban a pintar de canas, actuábamos en las peñas y bailes de los clubes de barrios. El público podía vernos a precio populares en el Luna Park, El Gran Rex, el Teatro Opera. Los homenajes al maestro se sucedían, los carceleros de gobiernos democráticos como de facto, no hicieron mas que magnificar la figura de Don Osvaldo Pugliese, solamente le faltaba llegar a un escenario aquel que propusiera su madre Aurelia ¡¡¡Al Colón, al Colón, al Colón!!! Fue un 26 de diciembre de 1985 lo que había estado previsto un día 18 pero una huelga del personal del teatro lo imposibilitó “Justo a mi muchachos les dijo el maestro, que me he pasado la vida defendiendo los derechos de los trabajadores”. Estábamos en la zona de ensayo habíamos seleccionado 21 temas: “Los mareados”, “Desde el alma”, “La mariposa”, “Recuerdo”, “Mala junta”, “La yumba”, “El Encopao”, los tangos cantados por Adrián Guida y Abel córdoba. El maestro permitía a sus amigos presenciar los ensayos a los mas íntimos, la euforia y la responsabilidad era generalizada participábamos a los momentos previos a sus definitiva consagración, en un acto del ensayo en el que nos distendíamos tomando unos mates o improvisando una partida de truco el maestro me tomó por sobre le hombro me dijo “Venga mi viejo amigo, te voy a presentar un paisano”, así conocí a Lucho Schuarman. Flaco, un mechón ceniza sobre su frente y un modo impregnado de dulzura y poesía, nos apretamos la mano, para decirle soy de Basavilbaso hijo de colonos judíos, mi conmoción fue tremenda el corazón aceleró sus latidos, instintivamente lo invité a sentarme para contarle mi historia y la relación no llevada a cabo con ese pueblo de Entre Ríos. Un día… lo vas a conocer… vamos a viajar en tren, “te confieso dijo estoy preparando una sorpresa para el maestro en la noche del Colón, sonaron algunos acordes del piano, era el llamado de Don Osvaldo para continuar el ensayo nos prometimos encontrarnos después del debut por el café de los angelitos. “En una noche de estas… en una noche cualquiera vamos a impregnarnos de nostalgia y recuerdos”… Amigo Simón. El 23 de Diciembre ante la huelga de los trabajadores del Colón la Municipalidad de Buenos Aires organizó un concierto para la orquesta en Parque Lezama en forma gratuita al que concurrieron 10.000 personas allí Luis Brandoni dio lectura al poema de Lucho Schuarman a Don Osvaldo Pugliese. La noche del Teatro Colón dio comienzo con “Arrabal” de José Pascual, el presentador preferido del maestro Héctor Larrea tuvo conceptos elogiosos ante las 3.600 personas presentes, Héctor en otras escenarios solía jugar en público con Don Osvaldo ¡Le preguntaba! ¿Ud es medio zurdito maestro no? Don Osvaldo habló: “lo que yo he llegado hacer por mi propia voluntad y esfuerzo se lo debo a todos lo compañeros que desde el comienzo de la orquesta en el ´39 estuvieron a mi lado” Para continuar con La Yumba a toda orquesta con sus actuales y ex integrantes. Beto Brandoni de la inspiración de “Lucho” dijo: Hay hombres genuinos Que caminan la noche de Buenos Aires Hay valientes creando en medio de opresiones Hay quienes guardando ternura, Millones de pájaros amantes, Esconden fortalezas necesarias Y muestran al otro, semejante, Como se puede con la vida, Como se dura con la idea. Como se templa con la lucha. En ese piano se va a sentar un hombre Con el único delito del amor; De la verdad impostergable. Un hombre de rara melodía: insobornable, Un hombre de barrio y rascacielos; Un hombre muchas veces de notas entre rejas Y fiero carcelero Un hombre encendido de mañanas De cantos callejeros. En ese piano se va a sentar un hombre Con el mágico misterio de jugarse entero. Andador incesante con el miedo, Aliento sin bostezo Marcador de esperanza, Perseguidor de abrazos, Andaba simple, con el adorno de la brisa, Caminaban natural, como la lágrima y la brisa, Fecundaba cantos, cielos, emociones Acento raro… de puro de sincero Quisieron silenciarlo… no pudieron Venia de una estirpe inclaudicable Tocaba un tanto y perduraba Es todavía el sonido de generaciones Tenía la magia desde adentro En su dulce sonrisa se descubría Yumba pueblerina Mariposa de colores, fuente cristalina. Niño siempre vivo En ese piano se va a sentar un hombre Cuyo solo nombre significa aún, Que la idea de luz, coraje, y sentimiento Retorna indestructible con los tiempos Respeto…respeto… En ese piano se va a sentar Pugliese Que será siempre como nombrar mi pueblo. Mi admiración a Don Osvaldo Pugliese, el recuerdo para Lucho que a la espera de una leve brisa se junta con sus amigos para un picado en Atlético, ya en el final se abrazan y recuerdan siempre lo mismo, aquel penal que le atajara el Picazo Fernández al Vicente Bustamante mas tarde y sin sudar se sube cada uno a su nube y se marchan esperando otra brisa para que el poeta, el bohemio, el amigo, los convoque con ambos dedos índice entre los labios a otro partido- Miguel Julio Neira

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